Fifteen years of rejection is a lifestyle
Nunca pensé escribir sobre esto. En realidad me creía totalmente ajena a la realidad que se escondía en este inframundo al que acabo de llegar y del que estoy deseando salir.
Empiezo a escribir un viernes, desde el jardín de mi casa bajo la sombra de un Magnolio. Los árboles se mueven muy lentamente, como si estuviesen bailando. El ruido de fondo es el de los pájaros al cantar. Llevaba mucho tiempo sin pasarme un rato aquí sin hacer nada.
Sentada con los pies descalzos se me viene a la cabeza el día de hoy y cómo me he sentido en el trabajo, también la ansiedad por la fiesta que tengo en un rato. Intento permanecer en el presente sin éxito. Desde la serenidad reconozco miedos a los que cuesta ponerles nombre. Cuando llegan arrasan con lo que ven y al salir dejan todas las luces encendidas, como un recordatorio de que no será la última vez que nos veamos.
Procuro hacer un ejercicio de honestidad, buscar un ancla en estas letras ¿Qué hay detrás de todo? Sin mucha respuesta y en la intimidad que encuentro en el silencio, me ruego no olvidar y transitar lo que llegue. Da vértigo la responsabilidad implícita en rendir cuentas cuando el objetivo es permanecer despierta, tomar distancia sólo para lograr el equilibrio: que lo bueno no abrume, ni lo malo derrumbe.
El frío en los pies y una notificación en el móvil me devuelven a la tierra. Esta semana ha pasado lo que creí que nunca iba a suceder. Tras mantenerme durante años en una postura inflexible sobre la mercantilización de las personas en las apps para ligar, he caído. Han sido muchas las señales que me han traído hasta aquí. Resulta que, tras infinitas conversaciones con amigas, han sentenciado que no estoy disponible, que llevo años cerrada en banda al amor. Puede ser que mi psicóloga piense lo mismo.
El objetivo está claro: encontrar a alguien que me resulte interesante y quedar con él. Me han dado cientos de tips y tengo la suerte de estar acompañada en esta aventura. Aun así, he de reconocer que sigue dándome una vergüenza horrorosa. Procuro tomármelo como si no fuese conmigo “estoy aquí para cazar pokémons”.
Refugiándome en esta postura cómoda del humor que provoca la miseria humana, me reafirmo en que, efectivamente, no encuentro alma en ese simple movimiento de “tú sí y tú no” en base a un par de fotos, distancia y alguna frase manida en la bio que te arrepientes de haber leído.
También me he dado cuenta de que soy tremendamente superficial. Resulta que cuando me toca elegir a mí la belleza no está en el interior. No creía tener tantos sesgos. Puede que la Marta del pasado estuviese muy cansada cuando te dio like, por favor, José Manuel, no me escribas.
En fin, estoy deseando hacer los deberes y salir de ahí. Así que, si me lees y me ves, hazme un favor y quedamos para un café.